«En la civilización europea contemporánea, el contrato creativo más común sigue siendo, al parecer, uno que implique sufrir. Es un contrato que dice: “Me destruiré a mí mismo y a todos los que me rodean con tal de sacar adelante mi inspiración, y mi martirio será el emblema de mi legitimidad creativa”.
Si decides suscribir un contrato de sufrimiento creativo, debes intentar identificarte al máximo con el estereotipo de “Artista Atormentado”. No te faltarán modelos. Para seguir su ejemplo, respeta estas reglas fundamentales: bebe todo lo que puedas; echa a perder todas tus relaciones; lucha con vehemencia contra ti mismo de forma que salgas ensangrentado de cada combate; declárate siempre insatisfecho con tu trabajo; compite celosamente con tus colegas; envidia el éxito ajeno; proclámate maldito (no bendecido) por tu talento; vincula tu autoestima a recompensas externas; sé arrogante cuando triunfes y compadécete de ti mismo cuando fracases; elige la oscuridad frente a la luz; muere joven; culpa a la creatividad de tu muerte.
¿Funciona este método?
Sí, claro. Funciona fenomenal. Hasta que te mata».