«Govinda dijo entonces: -¡Oh Siddhartha!, me parece que la chanza sigue gustándote. Que no hayas seguido maestro alguno, lo creo y lo sé. ¿Pero no has hallado, no diré una doctrina, sino ciertas ideas, ciertos conocimientos, que te pertenezcan cabalmente y con arreglo a los cuales orientas tu vida? Si te fuera posible hablarme de estas cosas, harías mi felicidad.
-Sí. A veces vinieron a mí, pensamientos, conocimientos. Por una hora o un día, los efectos del saber agitáronse en mi alma como la vida en el corazón. Ciertamente se trataba de ideas, mas harto difícil me sería comunicártelas. Escucha, mi buen Govinda, uno de los pensamientos míos: la sabiduría no se transmite. La ciencia que el sabio intenta comunicar suena siempre a locura.
-¿Quieres reírte de mí? –preguntó Govinda.