«No objete las palabras amparo, refugio. Sustitúyalas por su propia palabra: creencia, Dios, verdad, nuevo casamiento, racionalización, etc. Pero la ilusión deberá existir en sus múltiples formas, mientras uno anhela, consciente o inconscientemente, escapar del dolor.
Ahora bien, ¿por qué no debería uno sufrir? Cuando somos felices, dichosos, no decimos que no debemos ser felices. No escapamos de la dicha, no buscamos ampararnos contra ella. Cuando nos hallamos en un estado de éxtasis, no recurrimos a creencias, a sustituciones. Por el contrario, destruimos todas las cosas que impiden dicho estado: nuestros dioses, nuestras moralidades, nuestros valores, nuestras creencias, todo, a fin de conservar este éxtasis.
¿Por qué no hacemos lo mismo cuando estamos sufriendo? ¿Por qué no destruimos todas las cosas que interfieren con el dolor, las muchas explicaciones de la mente, los escapes, los temores, las ilusiones? Si se formula, sincera y profundamente, esta pregunta a sí mismo, verá que los dioses, las creencias, las esperanzas dejan de tener importancia. Entonces su vida tiene un significado nuevo y fundamental».