“Su mirada era cruel; sin embargo, se escapaban de ella señales de remordimiento y de compasión cuando contemplaba a los que participaron o, más bien, a los que siguieron su crimen, y que habiéndolos visto en otro tiempo bien diferentes en la bienaventuranza, estaban ahora condenados para siempre a tener su parte en el sufrimiento; millones de espíritus, puestos por su culpa bajo la acción vengadora del cielo, lanzados lejos de sus eternos esplendores en castigo de su rebelión, y que a pesar de haberse mancillado le permanecían fieles. […].
Satanás se prepara a hablar, por lo cual las dobles filas de los batallones forman un arco desde una a otra ala y lo rodean sus pares, imponiéndoles silencio la atención. Tres veces intenta comenzar, y otras tantas, a despecho de su orgullo, exhala un llanto como sólo pueden derramarlo los ángeles”.