
«Si en nuestra relación comprendemos, sin temor alguno, la causa del conflicto y el dolor, surge a la existencia una cualidad de plenitud, la cual no es mera expansión o agregado de muchas virtudes. Esperamos amar al hombre a través del amor a Dios, pero si no sabemos cómo amar al hombre, ¿de qué modo podemos amar la realidad? Amar al hombre es amar la realidad. Encontramos que amar al otro es tan doloroso, involucra tantos problemas complejos, que consideramos más fácil y satisfactorio amar un ideal, lo cual no es amor sino emocionalismo intelectual».