«En Suiza, inquieta la existencia de un nivel de analfabetismo del 15 o el 20%. ¿Qué ocurriría entonces si tomáramos conciencia de que existe un promedio de 80 a 90% de analfabetos emocionales y corporales? Arrojamos a la vida llamada “activa” a innumerables individuos que no han aprendido a escucharse, que se han acostumbrado a reprimir sus tensiones y que no conocen las palabras adecuadas para expresar su malestar. Confróntese todo ello, a nivel estadístico, con las importantes tasas de depresión, obesidad, suicidios y divorcios. Espero que algún día este asunto esencial que por definición es uno mismo se enseñe en las escuelas.
Soñemos con la forma que podría adoptar esta parte fundamental de la educación.
La imagino con la forma de un único taller: el de conocerse a uno mismo. En él se estudiaría al ser humano en su totalidad, y cada una de sus partes remitiría a las demás».