
«Arrugaba la frente en aquella forma interrogativa que le era peculiar. Forma que no sólo usaba para preguntar o para escuchar algo que lo intrigaba sino también para hacer afirmaciones como “No me parece que Lenin haya sido un revolucionario”. Afirmaciones que le creaban aquel halo de misteriosa sagacidad, porque las pronunciaba sin fundamentos, como algo tan evidente que no merecía discusión; pero que dichas con aquella manera casi interrogativa en sus arrugas parecían quitarle elegantemente tono autoritario o taxativo, quedando como propuestas para alguna discusión futura, que nunca luego se realizaba».