«[…] cuando estrenamos [La tartamuda] en el teatro ABC en octubre de 1970, fuimos pulverizados por la crítica. […] me achacaron el uso de elementos revisteriles y la aplicación sistemática de recursos obscenos y groseros. Lo maravilloso es que estos críticos (los infaltables culos fruncidos de siempre) dijeron que no había motivo que justificara mis chanchadas, que mi talento y mi cultura daban para mucho más que esa porquería. Lo decían así, muy sueltos de cuerpo, aunque no tuvieran la más remota idea de quién era yo, qué había escrito antes o de dónde salía. Es decir que la misma obra que tildaban de pésima y asquerosa les servía de referente para decir que mi talento y mi cultura daban para más».
Enrique Pinti