
«Si uno habla en contra de la reforma constitucional o de la reforma universitaria, queda como reaccionario. Hay como un terrorismo que impide hablar contra ciertas cosas. Aquí uno puede apoyar tal o cual tendencia, pero no pensar. En realidad, el marxismo y el psicoanálisis han hecho un gran mal. Restan dignidad al individuo: cualquier opinión que uno proponga está determinada fatalmente por cuestiones de clase o de patología. Lo que uno opina no lo opina uno, sino la cuenta del banco o un impulso contenido de nuestra infancia»