
«¡Cuántas especies de animales, a millares y decenas de millar, sólo piden la paz y nosotros sólo queremos con ellos la guerra brutal! Nuestra raza es la más destructora y maléfica, la más temible de las especies del planeta; hasta inventó para su uso el derecho del más fuerte, un derecho divino que le pone la conciencia en reposo con los vencidos y con los aplastados; dejó fuera del derecho todo lo que tiene vida, excepto ella misma. ¡Irritante y manifiesto abuso, insigne e indigno atentado a la justicia, acto de mala fe y de hipocresía que renuevan en pequeño todos los usurpadores afortunados! Para legalizar de algún modo esas iniquidades se complica a Dios en el procedimiento. Los Te Deum son el bautismo de todas las carnicerías logradas, y los cleros han tenido bendiciones para todos los escándalos victoriosos. Esto se aplica de pueblo a pueblo y de hombre a hombre, porque comenzó del hombre al animal.
Hay ahí una expiación que no se ha notado, pero que es muy justa. Todo crimen se paga, y la esclavitud recomienza en la humanidad los sufrimientos impuestos brutalmente por el hombre a los demás seres vivientes. La teoría da sus frutos».