
«—¿Te proponés evitar lo políticamente correcto, seguir viendo por dónde romper?
—Todo es material para armar un chiste, todo sirve para tirar una especie de microgranada absolutamente inocente; esas cosas te las sacás de adentro y utilizás el humor para hacer catarsis. […] Ni hablar con el rock y todos sus dogmatismos: los punks, los rolingas, los ricoteros; todo lo que tiene un nombre quiere decir que son una cosa y no son otra. Se convierten en una especie de institución a partir de un decálogo: tienen la obligación de vestirse de una manera, esa ridiculez de putear a un músico para hablar bien de otro, desearle la muerte a Cerati para que viva Luca… Particularmente, yo no creo que todos los ricoteros sean caníbales descerebrados, pero hay un estereotipo del ricotero extremo, que tenía como enemigos a Cerati y a Calamaro por putos, por blandos y había que bardearlos en los cantitos… pero cuando el Indio Solari lo habilita y lo blanquea cuando graba «El salmón», entonces Calamaro pasa a ser del palo… Esa facilidad para domesticar la falta de personalidad del público es interesante para jugar y exponerlo desde el humor».
Gustavo Sala
