
«La lectura de Tabby fue recibida en silencio. Nadie sabía muy bien cómo reaccionar. El poema parecía atravesado por cables que tensaran los versos casi hasta hacerlos zumbar. La combinación de lenguaje elaborado e imágenes delirantes me pareció emocionante y esclarecedora. El poema de Tabby, por añadidura, me hizo sentir menos solo en mi convicción de que la buena literatura podía ser embriagadora sin renunciar al hilo conductor de las ideas».