«Cuando mi esposo era catedrático en una pequeña escuela oficial de agricultura, alguien sometió a la Asamblea del estado un proyecto de ley para aumentar el sueldo a profesores universitarios. El llamado “grupo campesino” de la asamblea opuso sólida resistencia al proyecto. ¿Por qué habían de pagarse 5000 dólares anuales a esos profesores sólo por hablar 12 o 15 horas a la semana? Quienes estaban de parte del profesorado no lograron mucho con sus razones, hasta que uno de ellos, que estaba más o menos acostumbrado a tratar con campesinos, tuvo una brillante inspiración.
—Señores -dijo a los asambleístas- un profesor universitario es en cierto modo como un toro padre. No es la cantidad de tiempo que gasta. ¡Es la importancia de lo que hace!
El proyecto fue aprobado».