
«El prejuicio es como la ventanilla del tren que bajamos exprofeso para no ver una zona que creíamos fea o de escaso interés, sucediendo con frecuencia que en tal circunstancia ese paraje habría podido ofrecernos, debido a su eventual transformación, una vista más agradable.
Esa ventanilla es la que a menudo se cierra al entendimiento para que la razón no modifique el juicio que en tal o cual ocasión le mereció determinada persona, caso o cosa».