
«Para nosotros es fácil aceptar que la división de la gente en «superiores» y «plebeyos» es una invención de la imaginación. Pero la idea de que todos los humanos son iguales también es un mito. ¿En qué sentido todos los humanos son iguales entre sí? ¿Existe alguna realidad objetiva, fuera de la imaginación humana, en la que seamos realmente iguales? ¿Son todos los humanos iguales desde el punto de vista biológico?
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Los que abogan por la igualdad y los derechos humanos pueden indignarse por esta línea de razonamiento. Es probable que su respuesta sea: «¡Ya sabemos que las personas no son iguales desde el punto de vista biológico! Pero si creemos que todos somos iguales en esencia, esto nos permitirá crear una sociedad estable y próspera». No tengo ningún argumento que oponer. Esto es precisamente lo que quiero decir con «orden imaginado». Creemos en un orden particular no porque sea objetivamente cierto, sino porque creer en él nos permite cooperar de manera efectiva y forjar una sociedad mejor. Los órdenes imaginados no son conspiraciones malvadas o espejismos inútiles. Más bien, son la única manera en que un gran número de humanos pueden cooperar de forma efectiva. Pero tengamos presente que Hammurabi podría haber defendido su principio de jerarquía utilizando la misma lógica: «Yo sé que los hombres superiores, los plebeyos y los esclavos no son clases de personas intrínsecamente distintas. Pero si creemos que lo son, esto nos permitirá crear una sociedad estable y próspera»».