
“Cuando estuve en Francia e Italia justo después de la guerra, yo compartía esa recta mentalidad antifascista que aquí, en la seguridad de Estados Unidos, teníamos todos. No quería saber nada de nadie que, aunque nunca hubiera sido exactamente un colaboracionista, no hubiera luchado contra los nazis. Era demasiado quisquilloso. Pero luego, a medida que fui conociendo lo que había sido Europa durante la ocupación, y la comparaba con Estados Unidos, me volví menos puritano. Porque es muy distinto tener que defender tu vida y la de tus hijos que tener que defender tu piscina y tu contrato con la Metro”.