
«Sobre una mesa apartada del vestíbulo, había en casa de Sarah Bernard un gran tazón del que, según observé un día, ciertas personas tomaban algo que se guardaban en los bolsillos, cuidando de que no se notara lo que hacían.
«El prejuicio es como la ventanilla del tren que bajamos exprofeso para no ver una zona que creíamos fea o de escaso interés, sucediendo con frecuencia que en tal circunstancia ese paraje habría podido ofrecernos, debido a su eventual transformación, una vista más agradable.
«Hace algunos años, durante la crisis económica de los Estados Unidos, un agente del gobierno recorrió las montañas del estado de Tenessee haciendo a los agricultores empobrecidos pequeñas donaciones para compras de semilla y ganado, o para mejoras urgentes. En cierta sección encontró a una mujer que vivía sola y sacaba a duras penas de un terrenito casi estéril lo estrictamente necesario para su manutención.
—Si el gobierno le diera 200 dólares, ¿qué haría usted con ellos?
«Después de años de ponderar hasta el límite todas las cosas, los redactores de anuncios de los Estados Unidos están ensayando algo nuevo: denigrar los productos que anuncian. En todo el país aparecen ahora anuncios con encabezamientos insólitos, como «¡Nos han clavado!» o «¡Esto se llama mentir!».
En la ciudad de Nueva York, las tiendas de Sachs publicaron este anuncio:
«Desde 1933, la gran tienda londinense de Selfridge & Co. ha mantenido la oferta de pagar 50 dólares por cualquier inexactitud que el público descubra en sus anuncios. Hasta 1947 había pagado un total de 8550 dólares.
Aun los más pequeños deslices que se le hicieron presente fueron acatados.
Cultivo una rosa blanca
en junio como en enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo;
cultivo la rosa blanca.