
«Hoy, y en cada Viernes Santo, el hombre despierta de su profundo sueño y se pone de pie ante las sombras de las edades, y, con los ojos llenos de lágrimas mira hacia el Gólgota contemplando a Jesús el Nazareno clavado en su cruz… Pero cuando el sol se pone y anochece, vuelve a ponerse de rodillas para adorar a sus ídolos cotidianos, levantados en todos los rincones de su vida.