
«En el Waziristán se castiga a las adúlteras cortándoles la nariz. Son tantas las desnarigadas, que un mercader de Bannu ha tenido la ocurrencia de importar narices. Vende esos apéndices por doce dólares cada uno a los cónyuges arrepentidos de haber vindicado su honor con irreparable precipitación por mera, infundada sospecha».