Ya vimos para qué sirve planificar el estudio y qué costos tiene no hacerlo. También con qué elementos practicar la planificación y cómo usarlos rápidamente. Ampliaremos ahora los consejos iniciales, para enriquecer nuestro método de estudio al practicar mejor la planificación.
Veamos cómo mejorar el uso de cada elemento.
Agenda
Agendar en el momento
Aunque aconsejé agendar los anuncios docentes al enterarnos, es común interpretarlo como “en algún momento del día”. Esperar para agendar es un error que he cometido muchas veces, también de adulto.
En cuanto termina la clase (¡incluso antes!) comienza una lluvia de distracciones: bromas, conversaciones, celular, baño. En cuanto termina la jornada académica la lluvia se convierte en tormenta: comida, televisión, familiares, más celular… Ni hablar si el alumno trabaja.
Para practicar mejor la planificación, ¡agendar en el momento!
Agendar todo
Cuando comenzamos a agendar los anuncios docentes es común anotar sólo los exámenes y trabajos prácticos (TPs), omitiendo materiales pedidos, reuniones de equipo y, sobre todo, tareas. ¿Los motivos?:
Creemos que basta con anotar “lo más importante”.
Las fechas de entrega de las tareas son más cercanas, llevándonos a creer que será fácil recordarlas.
¡Agendar tareas es una actividad más frecuente que «nos cansa» y por eso queremos eludirla!
Son otros errores que podemos evitar.
El olvido de lo “menos importante” puede traer problemas importantes.
La entrega de las tareas son más cercanas pero no más fácilmente recordables, pues también son más ordinarias y repetitivas.
Como la frecuencia es parte fundamental de un hábito, eludir el registro de las tareas es desperdiciar la mejor oportunidad de crear el hábito de agendar.
Para practicar mejor la planificación, ¡agendar todo!
Calendario
¿Cuándo actualizar el calendario?
Actualicemos el calendario cada día al volver del establecimiento educativo o al haber utilizado la agenda.
¿Cuándo consultar el calendario?
Consultemos el calendario cada vez que hagamos o modifiquemos un horario.
Para practicar mejor la planificación, ¡actualicemos y consultemos el calendario!
Horario
Planifiquemos en función del estudio
El horario permite inicialmente visualizar nuestras actividades y compromisos, adaptando el estudio a los espacios de tiempo libres. Sin embargo, si nuestros objetivos requieren más estudio deberemos practicar mejor la planificación: será necesario reorganizar, cancelar, disminuir o postergar al menos algunas actividades y compromisos en función del estudio, y no al revés. Si no estamos dispuestos a hacerlo, ¡no recurramos luego a la explicación “No me alcanzó el tiempo”!
No usemos el tiempo de actividades beneficiosas
Sin embargo, no debemos habituarnos a estudiar gracias a cancelar, disminuir o postergar actividades beneficiosas planificadas. Estaremos fortaleciendo pensamientos de procrastinación e incumplimiento al saber que luego lo “compensaremos” invadiendo actividades planificadas que son necesarias para nuestro bienestar general. ¡A no estudiar también se aprende!
Primero el estudio
Por cuestiones volitivas, planifiquemos las actividades estudiantiles en horarios anteriores a las actividades que consideremos más gratificantes (para unos será usar el celular, para otros ver televisión, leer, correr, etc.).
Estudiemos en los mismos horarios
Planifiquemos sesiones que usen los mismos horarios, para generar rutinas que faciliten el estudio. Al menos intentemos que el estudio de un mismo día de la semana sea a una misma hora: si planificamos estudiar lu-mi-vi de 16 a 18 y los ma-ju de 19 a 21, intentemos estudiar cada lu-mi-vi de 16 a 18 y cada ma-ju de 19 a 21. Si planificamos hacer los sábados una sesión por la mañana y los domingos una por la tarde, no cambiemos la hora cada fin de semana. Nos habituaremos así a hacer lo mismo, los mismos días, a la misma hora, resistiéndonos mucho menos.
Seamos precisos
Planifiquemos cada módulo escribiendo no sólo el nombre de la materia, sino qué haremos con ella (lectura, esquema, repaso, etc.), desde y hasta qué página aspiramos a estudiar, etc. ¿Para qué?
Nos obliga a pensar estratégicamente en la materia: ¿Cómo dividir el material restante? ¿Cuántos módulos llevará pasar a la siguiente fase? ¿Conviene hacer un esquema de lo marcado o seguir leyendo y marcando? ¿Es tiempo de repasar una parte?.
Permitirá luego comparar lo que nos proponemos con lo que logramos, medir nuestra velocidad, ajustar la planificación futura a esta realidad, intentar superarnos, etc.
Sabremos exactamente qué hacer al sentarnos, sin tener que invertir tiempo y energía adicional en decidirlo ni correr el riesgo de estudiar de la manera en que «tengamos ganas» en ese momento.
Primero lo fácil o agradable
Por cuestiones motivacionales relacionadas con el gusto/querer y con la dificultad, planifiquemos estudiar primero lo más fácil y lo más agradable, después lo más difícil y lo más desagradable.
Descansemos del estudio estudiando
Frecuentemente podemos descansar de una materia o de un tema estudiando otros (sí, ¡descansar del estudio estudiando!). Cuando podamos, planifiquemos las sesiones y hasta los módulos intercalando materias o temas que no impliquen exactamente los mismos recursos cognitivos (mayor y menor esfuerzo, mayor y menor agrado, historia y matemática, literatura y plástica, leer y esquematizar).
Planifiquemos la demora
No hagamos una planificación demasiado ajustada: ¡es mejor asumir que los compromisos anteriores y que el propio estudio llevarán siempre un poco más de tiempo!
No estudiemos después de comer
No planifiquemos sesiones de estudio para después de comer, salvo que medie suficiente tiempo.
La digestión deja al cerebro con menos recursos (menos circulación, menos oxigenación), generando modorra y desgano.
Aparecen malestares más o menos intensos que nos distraen (hinchazón, molestias estomacales, dolores de cabeza, etc.)
Es un buen momento para dormir una siesta, mirar TV, usar el celular, leer recreativamente.
Cuanto más liviano comamos, más rápidamente podremos seguir estudiando.
Evaluemos la planificación
Antes de llenar otro horario recorramos cada sesión del anterior y evaluemos cómo nos fue: ¿Cumplimos las sesiones o las salteamos? ¿Respetamos la hora de comienzo? ¿Logramos terminar toda la sesión? ¿Logramos estudiar lo que nos habíamos propuesto para cada sesión?
¿Recomendaciones o instrucciones?
En Practicar la planificación del estudio: una guía, aclaré que aunque algunos de mis consejos son en realidad recomendaciones, es mejor adoptarlos al principio como instrucciones.
De otro modo corremos el riesgo de desechar una herramienta prematuramente creyéndola inservible o, al menos, inadecuada para nosotros. ¡Incluso si fuera inservible o inadecuada! Pero sólo podremos evaluarla usándola primero correctamente; de otro modo no sabremos si la falla está en nosotros, los usuarios.
En cambio, tanto si las instrucciones fueron seguidas y no dieron el resultado esperado, como si fueron seguidas y dieron el resultado esperado, estaremos en condiciones de modificarlas para mejor.