
«Un rinoceronte salvaje que se halle al borde de la extinción está probablemente más satisfecho que un ternero que pasa su corta vida dentro de una caja minúscula, y que es engordado para producir jugosos bistecs.
«Hace 10.000 años, no había más que unos pocos millones de ovejas, vacas, cabras, cerdos y gallinas que vivían en unos pocos nichos afroasiáticos privilegiados. En la actualidad, el mundo alberga alrededor de 1.000 millones de ovejas, 1.000 millones de cerdos, más de 1.000 millones de vacas y más de 25.000 millones de gallinas repartidos por todo el planeta.
«La primera oleada de extinción, que acompañó a la expansión de los cazadores-recolectores, fue seguida por la segunda oleada de extinción, que acompañó la expansión de los agricultores, y nos proporciona una importante perspectiva sobre la tercera oleada de extinción, que la actividad industrial está causando en la actualidad.
«La mayoría de las enfermedades infecciosas que han atormentado a las sociedades agrícolas e industriales (como la viruela, el sarampión y la tuberculosis) se originaron en animales domésticos y se transfirieron a los humanos después de la revolución industrial. Los antiguos cazadores-recolectores, que sólo habían domesticado perros, se vieron libres de estos flagelos.
“El modo de vida de los cazadores-recolectores difería de manera significativa de una región a otra y de una estación a la siguiente, pero en su conjunto parece que los cazadores-recolectores gozaban de un estilo de vida más confortable y remunerador que la mayoría de los campesinos, pastores, jornaleros y oficinistas que les siguieron los pasos.
«El descubrimiento de Hawai se debió a la casualidad. En 1778, el capitán Jaime Cook, navegante inglés, tropezó con el archipiélago cuando buscaba el paso del Noroeste. Los indígenas, que aguardaban la llegada de un dios blanco, tomaron al inglés por un ser divino. Quiso, sin embargo, la mala suerte del capitán que, ya a punto de hacerse de nuevo a la mar, tuviese un altercado con los hawaianos que le habían robado una lancha.
A Enrique Hernández Miyares
Es algo formidable que vio la vieja raza:
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.
Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,
lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,
desjarretar un toro, o estrangular un león.