
«La Logosofía aconseja y propone llevar un control de las actividades mentales, como así también de la conducta diaria, para que al fin del día cada uno sea dueño de lo que ha vivido, registrándolo en la conciencia.
«Los seres, al menos una gran parte de ellos, se creen privilegiados, dueños de las mejores condiciones morales y psicológicas; hasta hay quienes se alaban constantemente, extrañados de que los demás no los elogien, y viven al margen de toda realidad, imbuidos de pensamientos que inflan sus mentes hasta rozar los planos del desvarío.
«Infortunadamente, ¿quién da fe de la palabra pronunciada? ¿Quién es el que puede decir, una vez que las pronunció, que esas palabras fueron suyas? ¿Quién garantiza la paternidad del pensamiento que las guió? Sólo puede hacerlo el que es consciente de la responsabilidad que encierran y el que es capaz de confesar, después, que las palabras vertidas le pertenecen.
«[…] la sentencia «Cuida tus palabras para que no te hieran a ti mismo» cobra una alta significación, por cuanto en la mayoría de los casos, las palabras dichas sin reflexión son causa de grandes contrariedades e infortunios. Una palabra ofensiva, por ejemplo, expresada bajo la sugestión de un momento de violencia, concluye las más de las veces por causar mayor daño a quien la dijo que a quien la escuchó.