
«La Logosofía aconseja y propone llevar un control de las actividades mentales, como así también de la conducta diaria, para que al fin del día cada uno sea dueño de lo que ha vivido, registrándolo en la conciencia.
«[…] cada pensamiento tiene su lenguaje. A menudo son muchos los que hablan a la vez; de ahí que sea tan corriente oír decir a alguien, que tiene un barullo en la cabeza —o sea, en la mente—, que no puede pensar, etc. Otras veces se les ocurre a los pensamientos ponerse de acuerdo y hacer una fiesta. Comienza entonces el baile mental, y el ser, víctima de
«¿Por qué hay conflicto entre las personas? ¿Cuál es la razón de este conflicto, aun entre aquellos que dicen amarse el uno al otro? Ahora bien, ¿no es toda relación un proceso en el que nos revelamos a nosotros mismos? Es decir, en este proceso de relación uno se revela ante sí mismo, se descubre a sí mismo —todas las condiciones de su propio ser, las desagradables y las agradables—.
«Siendo el hombre susceptible de olvidar las causas que lo instaron a brindarse a ellos con acendrado tesón, se explica la inestabilidad de sus sentimientos, que cambia con la misma frecuencia con que cambia de pensamientos. Ello explica asimismo por qué tan a menudo maltrata aun a aquellos que son más caros a su espíritu.
«Los pensamientos negativos que desde largo tiempo acompañan a los seres y son dueños de sus mentes, tienen que ser eliminados; no de golpe, sino debilitándolos gradualmente, esto es, negándose a satisfacer en uno mismo sus deseos».
“¿Tal vez la tía creía que ella misma era uno de esos custodios y servidores designados por la Divinidad? ¡Dios no permitiera que ella fuese culpable de semejante orgullo! Pero bajo lo que la mente está dispuesta a reconocer, se encuentran las convicciones que plasman nuestra vida”.