Última modificación: 30 de abril de 2018
Muchos problemas estudiantiles aparecen cuando la educación institucionalizada, en todos sus niveles, nos enfrenta a cierto tipo de estudio casi sin enseñarnos cómo estudiarlo, y requiere que aprendamos contenidos que no enseña cómo aprender.
La educación institucionalizada debería cambiar sus medios y objetivos casi por completo, lo cual evitaría en buena medida generar esos problemas estudiantiles. Sin embargo, puede y debe ayudarse al estudiante a superar las demandas de este sistema educativo mediante la adquisición de habilidades que le permitan:
Autorregularse, para evitar actuar en contra de sus propias intenciones.
Administrar adecuadamente el tiempo para material progresivamente más numeroso y complejo.
Conocer los elementos de la motivación y cómo le atribuye indebidamente sus problemas de desempeño.
Aumentar la motivación.
Comprender qué es la fuerza voluntad y cómo se diferencia de la motivación.
Aprender a usar mejor la fuerza de voluntad.
Controlar el estrés.
Generar hábitos positivos y debilitar los negativos.
Leer y comprender más rápidamente y mejor.
Resumir y esquematizar
Aumentar la concentración.
Autoevaluarse adecuadamente.
Memorizar y repasar eficientemente.
Controlar la imaginación.
¡Son aptitudes que prácticamente no se enseñan aunque el propio sistema requiera e incluso exija que las apliquemos!
Independientemente de lo que pensemos respecto de cómo deberían ser las cosas, ¿podemos hacer algo para mejorar nuestra vida en esta realidad académica?
Sí.
Aun si no estudiamos pero somos familiares de un estudiante, si enseñamos o capacitamos en cualquier modalidad, si somos directivos de un establecimiento educativo, o meramente si estamos interesados, podemos hacer algo: adoptar un método de estudio y aprendizaje, que sea asimismo más abarcativo y profundo que los habituales.
Algunos problemas estudiantiles
(¿sólo estudiantiles?)
Para mayor claridad opté por dividirlos en dos grupos: los más específicos de la vida estudiantil y los más generales, que además se relacionan con el resto de la vida. Como casi toda clasificación, es arbitraria e inexacta: algunos problemas se solapan; otros podrían ir en la otra lista. Lo importante es que todos afectan el estudio y el aprendizaje. Espero poder desarrollar cada uno en artículos futuros.
Problemas específicos
Resistir o rechazar a las instituciones educativas y a los docentes.
Ignorar los beneficios del hábito de estudio y de los hábitos positivos en general.
Sobrevalorar y tener un concepto limitado o erróneo de “inteligencia” (“Es inteligente pero es vago”. Dependiendo de la definición de inteligencia, si somos vagos no somos tan inteligentes).
Pretender una utilidad inmediata y/o totalmente evidente de lo que estudiamos (”¿Para qué sirve saber esto?”).
Pretender que todo se relacione con lo que ya nos interesa o con lo que creemos que debemos aprender.
No poder permanecer en silencio y escuchar cuando es necesario.
Sobreestimar la importancia del “talento” («No nació para la matemática»; «Lo suyo es la música»).
Creer que ya estudiamos bien y/o que es lo mejor que podemos hacer.
No comprender que lo que nos servía o todavía nos sirve puede dejar de servir ante más cantidad de material, más dificultad y/o menor tiempo disponible.
Deficiente lectura, análisis, síntesis y esquematización del material de estudio.
Letargo o «falta de voluntad» (“No tengo ganas”; “Soy inteligente pero soy vago”).
Cambios en el rendimiento a lo largo del año. Entusiasmos, desánimos, cansancios.
Deseos encontrados de comenzar y de no comenzar, de finalizar y de no finalizar un estudio o una etapa (primario, secundario, terciario/universitario, curso, etc.).
Deficiente uso del tiempo: dejar para después; desperdicio por mal uso de la imaginación; subestimación del tiempo necesario; mala o ausente planificación; desórdenes horarios; no saber estructurar y espaciar adecuadamente las sesiones de estudio.
Dificultades para comprender (“No entiendo”; “Explican mal”; “No me sale”).
Impaciencia y apuro al estudiar.
Dificultades para retener (“Estudié pero no me acuerdo”).
Condiciones familiares: indiferencia vs asistencialismo; desórdenes (ambientales y horarios); expectativas del estudiante vs. expectativas familiares; autonomía que se exige a los hijos en el estudio vs. falta de autonomía que se les brinda o concede en otras áreas; indisposición de los padres a realizar ciertos cambios, a pagar determinados costos y/o a que el hijo los pague. Recompensas y castigos.
La comparación con otros: envidia de los “mejores” y vanidad sobre los “peores” que nosotros; deseo de ser como otros, de tener lo que otros tienen.
Deseo de estar en otro lugar o haciendo otra cosa. La falta de gusto como justificación (“Es que esa materia no me gusta”; “Es que esa materia no le gusta”).
Deseo de evitar la dificultad. La dificultad como justificación (”Es que este tema es muy difícil”, «Es que matemática siempre le fue muy difícil»).
Ansiedad o indolencia ante (y/o durante) los exámenes, presentaciones, etc.
Buscar aprobar en vez de aprender; intentar “zafar”. Aliento de los padres a aprobar en vez de a aprender (aun cuando digan lo contrario).
No comprender que aprender los contenidos es menos importante que aprender a aprender. Dificultades a largo plazo.
No comprender que aprender a aprender debe ser un medio más para conocernos a nosotros mismos y así poder mejorar aspectos internos que determinan buena parte de nuestra vida en general.
Problemas generales
No poder precisar las ideas al hablar. Verborragia.
No saber cómo crear hábitos positivos y cómo debilitar los negativos.
Baja tolerancia a la insatisfacción y a ser contrariados («Este tipo me parece inaguantable», «No me banco este tema», «No me van a decir lo que tengo que hacer»).
Baja tolerancia al esfuerzo.
Baja tolerancia al error.
No poder dejar de hacer lo mismo a pesar de las evidencias que indican cambiar.
Imposibilidad de cumplir con los acuerdos que se hacen con otros e incluso con uno mismo.
Baja concentración y atención. Necesidad de distracción.
Baja tolerancia al aburrimiento. Necesidad de ser constantemente entretenidos o excitados.
Creer que pueden hacerse varias tareas al mismo tiempo sin consecuencias negativas.
Sobreestimación o subestimación de lo que uno es, tiene o puede.
Sobreestimar la importancia de la motivación basada en el gusto o en el querer.
Comportamiento en la institución y en el hogar. Problemas relacionales y sociales.
“La culpa la tiene la educación”
Todos parecemos coincidir en que el fomento y hasta las causas de buena parte de estos problemas se deben (por acción u omisión) precisamente a la educación. Sin embargo, ¿cómo interpretamos “educación”?
En nuestra opinión, ¿qué elementos forman parte de la educación institucionalizada? ¿Esa opinión es estable? ¿Coincidimos con otros?
En general, la concebimos conformada sólo por los establecimientos educativos, los docentes y los alumnos.
A veces preferimos pensar que nuestra familia también forma parte de esa educación; otras veces la dejamos convenientemente afuera.
Según la ocasión incluimos la situación económica, la estructura social, la religión dominante, las ideas políticas imperantes, las empresas, los medios de comunicación, etc. Al fin y al cabo, son componentes que se relacionan de un modo u otro con la educación, influyéndola y siendo influidos por ella, ofreciendo y demandando empleos, comportamientos, valores.
Respecto de los contenidos educativos, la falta de coincidencias (con los demás, ¡y también con nosotros mismos!) es aun mayor. Algunos ejemplos aplicables a distintos niveles (primario, secundario, etc.):
“Que se privilegie la formación académica” / “Que se privilegie la salida laboral”
“Que desarrollen habilidades específicas” / “Que desarrollen habilidades generales”
“Que la disciplina sea laxa” / “Que la disciplina sea férrea”
“Que se privilegien los contenidos conceptuales” / “Que se privilegien los contenidos procedimentales” / “Que se privilegien los contenidos actitudinales”/ “Que se privilegien los contenidos religiosos o espirituales”
“Que los contenidos sean elegidos por los docentes y directivos” / “Que los contenidos sean consensuados con los alumnos”
“Que se enseñe lo que los entusiasme” / “Que se enseñe lo que necesitan”
“Que se les exija más” / “Que no se les exija tanto”
«Que se enseñe con tecnología actualizada» / «Que lo que se enseñe no dependa de la tecnología»
“Que aprendan los contenidos porque es lo importante” / “Que aprueben los contenidos porque es lo importante”
«Que enseñe un poco de todo» / «Que enseñe mucho de poco»
«Que los padres hagan respetar al docente» / «Que el docente se haga respetar»
Etcétera / Etcétera
Finalmente, cuando se piensa en lo que fomenta y causa los problemas estudiantiles, se superpone a la concepción de los componentes y contenidos el tipo de análisis que se adopte (social, político, psicológico, económico, filosófico, biológico, religioso, pedagógico, etc.), su nivel (macro, micro), los valores de quien analiza, etc. Los problemas entonces también suelen adjudicarse total o parcialmente:
al coeficiente de inteligencia del alumno
a déficits atencionales
a problemas familiares
a los valores del docente, a su sueldo, a sus días de vacaciones
a la coyuntura social, al sistema político, a la situación económica
a decisiones divinas
al alcohol y otras sustancias
a los modelos que muestran los medios de comunicación
a “es un poco de todo”
Por consiguiente, los acuerdos no son sencillos ni frecuentes.
Las ideas afectan los problemas estudiantiles
¡Nuestra concepción de los componentes y contenidos educativos, así como nuestros análisis, influyen en cómo atribuimos responsabilidades, derechos y obligaciones respecto de los problemas estudiantiles! Por consiguiente, afectan lo que esperamos y hacemos al respecto.
Lo más grave es que este escenario puede fomentar y causar problemas estudiantiles pero también afectar el resto de la vida. Mejorar, entonces, nos acercaría más a lograr lo que en tantos ambientes educativos se proclama pero tan pocas veces se cumple: el mejoramiento integral del estudiante (o mejor: ¡el mejoramiento integral de un ser humano que, a veces, estudia!).
¿Qué hacer con los problemas estudiantiles?
Le sugiero empezar considerando los siguientes aspectos actitudinales:
No confunda lo que puede hacerse por la educación, con lo que puede hacerse por su educación.
No espere a que cambie la educación.
«La» educación alude al sistema educativo. Para que el sistema desarrolle en los estudiantes habilidades que eviten los mencionados problemas, ¿sería útil acordar los componentes del sistema, sus contenidos y alcances; establecer derechos y obligaciones; asignar responsabilidades? Sí.
¿Son imprescindibles esos acuerdos para al menos mejorar parte de esas habilidades por usted mismo, cambiando parte de su educación? No.
Intente cambiar lo que pueda del componente más cercano del sistema educativo: usted.
En principio, podemos hacer más por cambiarnos que por cambiar el ambiente (docentes de turno, autoridades, sistema político-económico, situación familiar, etc.). Además, nuestros cambios cambian el ambiente.
No use el estado del sistema educativo como excusa y justificación para no cambiar lo que pueda cambiar por su cuenta.
No use lo que no pueda cambiar, como excusa y justificación para no cambiar lo que pueda.
Habitual cuestionamiento: “Las instituciones educativas, la genética, la familia, las organizaciones demandantes y ofertantes, el sistema político-económico, la religión, etc., ¿no condicionan lo que podemos hacer por nuestra cuenta?”.
Respuesta: sí, pero no lo determinan, ni hay que asumir a priori en qué sentido y hasta qué punto condicionan nuestro caso particular. Sin embargo, solemos usar los condicionamientos como excusa y justificación para no mejorar ni siquiera lo que podemos. ¿Y qué es lo que podemos? En principio, todo, mientras no existan hechos probatorios (no opiniones) de que ciertos cambios ya son imposibles para su caso particular, y de que esa imposibilidad se debe a esos condicionamientos.
No use el límite de lo que puede mejorar por usted mismo como excusa y justificación para no mejorar ni siquiera hasta ese límite.
Además, nadie conoce a priori cuáles son ni dónde se encuentran esos límites para su caso particular, por lo cual debe intentar mejorarse hasta que se pruebe que no puede seguir mejorando debido a esos límites.
No deje de hacer lo que pueda en un nivel causal para mejorar un problema educativo, con la excusa de que el problema responde a causas más profundas.
Posible excepción: ¡abordar las causas más profundas!
Adoptar un método de estudio y aprendizaje
Le propondré a lo largo de varios artículos un método de estudio y aprendizaje, pero note que hablo de un método y no de el método, pues considero que no existe el método.
Ese método facilita realizar cambios conceptuales, procedimentales y actitudinales (nuevamente una clasificación arbitraria y limitada, pero comprensible y útil). Se explica así que los artículos y materiales que publicaré traten temas considerados específicos del desempeño estudiantil, pero también otros relacionados con un tipo diferente de conocimiento: el de uno mismo. Así, el método se nutre principalmente de tres áreas: pedagogía, psicología científica y las que denominaré disciplinas introspectivas (que en algunos casos ya se han integrado a la psicología científica, a la pedagogía e incluso a la medicina, como Mindfulness).
A «estudio» agrego «aprendizaje» porque, por una parte, lo que debería aprenderse mediante el estudio académico excede lo académico, ¡incluso si se desea «sólo» mejorar lo académico! Por otra parte, porque propondré aprendizajes que no se estudian o que no utilizan el estudio académico como medio.
Puede empezar ya mismo haciendo lo siguiente:
Observe honestamente los problemas estudiantiles que tiene (o los que tiene quien usted quiere ayudar). Se verá luego que no es tan sencillo, porque la honestidad no basta: sólo determinadas actividades y conocimientos permiten percatarse de algunos problemas o atribuirles su peso real.
Observe honestamente cuál es su concepción acerca de los componentes y contenidos educativos; cómo asigna responsabilidades, derechos y obligaciones; cuáles son sus expectativas, exigencias y acciones. Finalmente, evalúe la coherencia de esos elementos tomados en conjunto.
También en este caso ciertas actividades y conocimientos hacen posible o mejoran nuestra observación y evaluación.
La enseñanza de cualquier materia o actividad debería desarrollar además capacidades relacionadas con el conocimiento de uno mismo, que no sólo favorece la solución de los problemas estudiantiles que genera el sistema educativo actual, sino también vivir de manera más autónoma, más útil, más feliz.